EL APRENDER Y EL ENSEÑAR

07.10.2008 20:26

Autor: Jaime Barylko.

El ser humano, niño, educando, hombre es un ser situado en una circunstancia histórica, con una cultura determinada. De ahí que la educación tenga que tomar en cuenta esta circunstancia y esa cultura en la cual el ser educable vive y vivirá en su tiempo histórico. Durante el proceso de constitución subjetiva, el pasaje del "proceso primario" al " proceso secundario", trae aparejado un pasa-je del "principio de placer" al "principio de realidad", en función del cual el niño, individuo en formación, debe superar las frustraciones a que lo conduce el aprendizaje de la cultura. Este proceso de aprendizaje se instala sostenido por un vínculo entre una persona enseñante y una persona aprendiente, vínculo necesario e insustituible para el acceso a la cultura.

Así como hablamos de "aprendiente" nos referimos tanto a un niño como a un adulto, cuando mencionamos a un "enseñante", no debemos circunscribir esta función a aquellas personas a las que se les ha dado socialmente el lugar de hacerlo, como sería un docente, sino que es extensiva a todas las personas que ejercen la función de mostrar un resorte de la realidad: una madre, un amigo, un compañero, par, terapeuta...

Estas personas interactúan de modo dialéctico en una escena en la que circulan señales sobre algún conocimiento, sobre algún aspecto de la realidad.
El "enseñante" se ofrece como presentador de un emblema de dicho conocimiento, para que el, "aprendiente" haga su propio proceso de apropiación, a través, de sus estructuras cognitivas y su mundo simbólico, construyendo su saber personal.
Para aprender la realidad se requiere de una maduración adecuada de los centros nerviosos, que capacitan al sujeto para adquirir determinadas conductas. Simultáneamente, para que éstas se desarrollen, deben darse estímulos adecuados.

El aprendizaje, entonces, es entendido como una construcción activa, a través de la cual el sujeto "se modifica" y transforma el mundo que lo rodea. Ubicando esta "construcción" dentro del ámbito escolar, aparece la problemática del niño o del adolescente que no aprende, que es más lento, que requiere más explicaciones y más tiempo para comprender, tiempo que no siempre se le da. Entonces, dentro del sistema escolar, se instala el "trastorno de aprendizaje" como un estereotipo cultural, un modelo rígido y fijado por algunos docentes, quienes esperan del niño una conducta tipificada estadísticamente, señalando la modalidad que debe revestir el aprendizaje en determinado tiempo y a determina-da edad.

Así, el tiempo promedio que requiere un niño o adolescente "normal" para aprender, se usa para calificar como trastorno en otros niños o adolescentes que conforman el mismo grupo o clase. Considero que el término "trastorno" del aprendizaje es inadecuado porque poco o nada tiene que ver con el aprendiente. Su connotación es ajena a lo que pretende significar. El término "trastorno" indica alteración, derrumbe, demolición, y se refiere más bien al estado emocional del enseñante cuando no obtiene del alumno el resultado esperado.

Así mismo, el término "dificultades" alude a las del educador para cumplir con un proyecto curricular al que el educando debe ajustarse sin alternativas posibles. De esa interacción docente-alumno, de esa relación autoridad-obediencia de la que sólo los niños y adolescentes con alta capacidad de adaptación y buena dosis de sometimiento salen airosos, es donde surge el verdadero concepto de "trastorno, caos, demolición, derrumbe".

Mi objetivo es destacar la participación y compromiso del docente en todas las situaciones en que un sujeto encuentra dificultad para lograr la adquisición de conocimientos. En todo aprendizaje hay una relación docente-alumno, alumno-docente que influye positiva o negativamente en la superación de una conducta de aprendizaje "difícil". No hay un sujeto difícil o fácil para aprender, hay un binomio: un docente a quien le resulta posible o imposible enseñar a cierto niño o adolescente a quien se le hace posible o imposible aprender.

Existe una interacción docente-alumno comprometidos en un proceso formador, donde ambos están involucrados en la misma circunstancia histórica y participan del mismo proceso cultural.

"Educamos desde atrás pero hacia el futuro, con una idea que ha de motorizar la acción en el inmediato presente".

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